jueves, 19 de diciembre de 2013

LA MALDICIÓN DE LA LOTERÍA

La maldición de la lotería

Una de las noticias más leídas de El Mundo esta semana ha sido la entrevista a la chica Mallorquina que ganó 126 millones de euros en el Euromillones en 2009. Tas leerla me quedo con dos sensaciones, por un lado de tremenda envidia y por otro que un premio de este calibre tiene algo de “maldición” que condiciona tu vida (no siempre para bien) y te obliga a ocultar un secreto que muchas veces te gustaría gritarlo a los cuatro vientos.

Probablemente no encontraremos en la economía clásica nada que nos indique que ganar 100 millones de euros es malo. Ninguna frase, teoría o lección. Nada. El dinero es algo bueno. Podemos utilizarlo para comprar cosas. Cosas que queremos. Cosas que nos darán felicidad a nosotros y a las personas que queremos. Para disfrutar de la vida. No necesitamos una clase de econometría para saber que eso es correcto.
Aquí está el problema. Un entendimiento más completo de la motivación y el dinero revela una imagen distinta de los ganadores de lotería. No es la lección pasada de moda de «el dinero no compra la felicidad» es más bien «ganar la lotería puede hacerte infeliz».
Para empezar, no hay nada malo en jugar a la lotería (Montoro os anima a ello), siempre que entendamos lo que estamos comprando. En el caso de la lotería de Navidad la posibilidad de no ganar nada es del 85% y las de ganar el gordo de 1 entre 99.999.  No estamos comprando una posibilidad de ganar, porque casi no hay probabilidad de ello. Estamos comprando el derecho a fantasear con ganar. Y eso está bien.
Los Pelayo (que de lotería saben lo que Droblo de bolsa) dan  un consejo muy interesante.
En el caso de la lotería de Navidad yo recomendaría jugar por el placer de hacerlo en grupo, comentarlo y pasarlo bien, porque tiene un componente muy social al que es difícil resistirse.
A mí si me ofrecen compartir un décimo lo cojo pero nunca apostaría de forma individual a un juego donde hay muchas posibilidades de perder, eso es jugar mal, y eso hacía, por ejemplo, Dostoievski.
¿Y que ocurre cuando realmente nos toca un premio realmente gordo?. Esto puede traernos problemas.
La felicidad es relativa. Este hecho (o más bien teoría) explica todo tipo de observaciones sorprendentes, como por qué los países pobres son tan felices como los países ricos; por qué los ciudadanos no son más felices que hace 40 años, a pesar de contar con muchísimo más dinero y mejor tecnología; y por qué, después de cierto tiempo, los parapléjicos y las personas que se quedan ciegas a mediana edad tienen niveles medios de satisfacción con la vida.
También explica el lado negativo de las experiencias positivas, o lo que los psicólogos llaman experiencia cumbre. Son experiencias que nos hacen felices mientras ocuurren, pero que sirven como referencia para el resto de experiencias que tenemos después. El gran subidón de felicidad que tienes cuando recibes el gran cheque se va enseguida, y después cuando te ocurren cosas buenas te oyes a ti mismo decir «estuvo bien pero no ha sido como ganar la lotería».
En un conocido estudio de la Northwestern University de 1978, los investigadores estudiaron un pequeño grupo de ganadores de lotería, víctimas de accidentes con parálisis y un grupo de control. Descubrieron dos cosas sorprendentes sobre los ganadores de la lotería. No solo no eran más felices que el grupo de control, sino que «tenían mucho menos placer con acontecimientos mundanos», lo que resulta bastante poco afortunado, teniendo en cuenta que la mayor parte de la vida consiste en una serie de acontecimientos no extraordinarios. Resultaba crucial que la actitud apática de los ganadores de lotería no se debía a «diferencias ya existentes entre las personas que compraban o no billetes de lotería», sugiriendo que ganar la lotería en sí mismo cambió su perspectiva.
¿Qué ocurre? Se trata del poder psicológico de adaptación y la relatividad con el dinero. Adaptación: al principio, se siente la emoción de ser millonario, buena emoción, pero después de un tiempo, la emoción desaparece. Relatividad: ganar la lotería genera una memoria indeleble, un punto de comparación que hace que los acontecimientos de la vida diaria parezcan decepcionantes y aburridos. El dinero puede comprar la felicidad, si sabes cómo gastarlo, pero el hecho de ganar la lotería, por sí mismo, no compra mucha felicidad. A largo plazo, puede suponer un coste neto a la satisfacción de la vida.
Como muestra, una respuesta de la entrevista con lo que se abre el artículo.
–Su austeridad es digna de elogio en estos tiempos de despilfarro…
–Cuando tienes tanto que te puedes comprar un equipo de fútbol o una compañía aérea, el concepto del dinero se relativiza. No te hace más feliz. Aunque tengo que reconocer que la seguridad económica también puede darte libertad. Intento seguir valorando el esfuerzo que significa para otros ganarse la vida.
Por tanto, si el día 22 te toca la lotería, enhorabuena y si no lo hace, también.

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